Hay
una relación dialéctica entre sociedad y obra literaria, pero dicha
reciprocidad no quiere decir que lo social se imponga en el proceso
de dicción del texto, predeterminando su particularidad final. Lo
social es una matriz categorial y participante del diseño
estructural, pero su actualidad expresiva puede adoptar
reverberaciones discursivas diversas. No es correcto creer que dicha
actualidad se logre mediante “la lógica interna del contenido”,
según lo propuesto por Fredric Jameson —en Marxismo
y forma—,
sino más bien por la documentación social comprendida en la forma,
entendiendo por forma la relación que se establece entre las
palabras para producir una significación diferenciadora. El
irresuelto conflicto entre el sujeto productor y su contexto se
dirime en el propio poema que, por ende, tendrá una manifiesta
conflictividad; el texto aceptará ser reescrito por nuevas y
complementarias lecturas. En su imagen conflictiva se verifica un
rechazo a la explicitud y a la consecutividad:
el autor fractura el lenguaje del poder. Estamos ante un habla que se
despoja de las discursividades culturales mayores,
des-estratificándolas
léxica, fonética y sintácticamente. El resultado, en Pereira
Severo, es el de una escritura de la sobriedad que resiste la
decodificación estándar y quiebra la relación del binomio
significante-significado. Y ese quiebre se produce desde la ironía
de quien ha visto la corrosión de los grandes relatos y desde un
ludismo
muy
cercano a la irreverencia pop, plegándose sobre sí misma. El
resultado es un registro diferente del de la codificación de la
máquina gregaria social: el de la extranjería, en particular,
aquella que es promovida por la proliferación de citas de guiones
cinematográficos o canciones traducidas en un castellano neutro.
La cita hace consciente el origen plural de todo acto de escritura,
explicita la referencia que ya está en cada coma, en cada paso
incorporado. Se puede decir que en cada declaración prestada, en
cada intervalo entre dos términos, se esconde una pausa que pone en
evidencia aquello de que todo acto de creación es una manifestación
polifónica, indeterminada de decisiones singulares en el proceso,
pero que no se pueden concebir de antemano. Es el llevar a cabo una
destrucción sistemática de ese decir avasallante para que, en su
lugar, el trayecto de un nuevo poder y un nuevo saber se instale,
mediatizándose por una sintaxis en constante resurgimiento. Solo a
partir de allí, la lengua consigue revelar su afuera, enfrenta y
sortea la fragmentariedad cinemática donde no solo se han visto: “…
fresas de la amargura / y a pier paolo passolini en “el evangelio
según san mateo” / y policías que corrían tras el matrero todas
las cintas / y películas varias que no integran el programa de
raimondi los lunes/ franceses, y / filmes sobre el desamparo y el
mismo desamparo —no era un personaje—, en el cine / de sarandí
grande, y en el roma / y cantantes melódicos y crónicas / y el
diario el plata y bp color y la tribuna / y el cine arte del salvo, /
y a león lev entrar y ver una de tarkovski y cine de georgia años
después / y vi a políticos de izquierda hablar de acumulación de
fuerza s/ y a ti cambiarte de camiseta debajo de una llovizna de esas
que justifican la literatura”.
Toda esta secuencia enumerativa no parece mostrar otra forma de
expresión que la que se genera en un pliegue entre el sonido
articulado y el silencio. Al igual que el cine mismo, tan
omnipresente en la producción de Pereira Severo.
Martín
Palacio Gamboa, La confabulación de las arañas, poesía uruguaya
actual, detodoslosmares, Córdoba, Argentina, 2018
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