por Horacio Fiebelkorn
(Poemas para mi novia extranjera, de Luis Pereira Severo, Bahía Blanca, Vox, 2015)
I
En el prólogo de Poemas para mi novia extranjera,
Alfredo Fressia menciona autores que desde su perspectiva, se reúnen en
el mapa de lecturas de Luis Pereira Severo: Rexroth, Ferreira Gullar,
Elder Silva, Benavides, Víctor Cunha, Zitarrosa, Cisneros, Darnauchans,
entre otros. Varios son mencionados por el propio autor en pasajes del
libro. Agrego: algunos poetas argentinos de los 90, cierta poesía (no
toda, no cualquiera) argentina escrita en los 90. Por caso, Gambarotta,
Raimondi.
II
Lo de recién no
es un dato menor, ya que permite situar la obra de Pereira en
coordenadas que abren otra perspectiva para la poesía uruguaya. En este
punto, conviene recordar que casi siempre la poesía escrita en Uruguay
buscó espejarse en Brasil, tanto en su versión modernista como
experimental. El tráfico verbal en la frontera fue parejo con el
contrabando de mercancías. La música del habla uruguaya está impregnada
del acento portugués. Pereira lo asume, pero abre su ventana al Río de
La Plata, lo cruza.
Alguna
vez, la brasileña Cecilia Meireles, luego de un viaje por Montevideo y
Buenos Aires, dio su impresión sobre la poesía de ambos márgenes del
Plata. En Montevideo, dijo, tiene mayor peso la sangre portuguesa, que
es lírica, y en Buenos Aires la española, que es dramática.
III
Paso
de los Toros, Montevideo, Maldonado. Pereira es un poeta itinerante,
hace suyo el rumor de la ruta. Ese transcurso es constitutivo de su
forma de mirar:
afuera es igual
y siempre es afuera
la piel del viajero
del que no pertenece
y siempre es afuera
la piel del viajero
del que no pertenece
El
modo en que Pereira nombra y atesora cosas y lugares no es, con todo,
el de alguien que convoca una identificación. Son esas cosas y esos
lugares, pero podrían ser otros, y cada lector tiene los suyos. La calle
Paysandú no es solamente la calle Paysandú. Al eludir el recurso
confesional, y transferir por lo mismo una energía que se independiza de
lo biográfico, Pereira la convierte en un lugar compartido que
trasciende la experiencia generacional.
IV
Milonga rioplatense: lo que deja gotear Pereira está en el cruce de la historia personal con la historia colectiva de Uruguay.
Los perros y los coroneles
Los perros y los oficiales
Los perros y los edecanes
(…)
Al tercer día recordé el nombre de Isabel
La del tercer piso
De la calle Inca
La que dejaba cretonas en la ventana
Los perros y los oficiales
Los perros y los edecanes
(…)
Al tercer día recordé el nombre de Isabel
La del tercer piso
De la calle Inca
La que dejaba cretonas en la ventana
Pereira
no juega con una pelota prestada, no la ligó de rebote, no heredó nada,
y no se detiene a lamentar derrotas: deshace lo que fue en su momento
la retórica de la poesía militante, con sus sujetos preclaros e
iluminados, y coloca el verso al ras de la tierra. No habla a sus
semejantes desde otro lugar que no sea el espacio compartido.
No
viene a cuento del libro, pero Pereira es uno de los pocos que intentó
en Uruguay ajustar cuentas con la herencia de Benedetti.
V
Pereira
habla de amor, todo el tiempo. Agrega un tema ausente en la poesía
masculina que abordó la política de este lado del río en los años 90.
Con Pereira, los estereotipos se caen. Los varones hablamos de amor, de
pérdida, encuentro, lejanía, lujurias galantes, y podemos hacerlo lejos
del “ternurismo” o el arrebato campeón de la proeza erótica, o la
fascinación seudo rilkeana del que se paraliza ante la belleza.
Pereira
habla de amor como de historia o de política: sin complejos,
condescendencia o autocompasión. Por eso, pulveriza aquí también sin
concesiones a la retórica militante de los 70.
VI
Toda
novia es extranjera. Por eso es “novia”, y no “esposa”, “amante” o
“compañera”: el lugar del amor no tiene territorio ni institución.
La
historia, la política, el amor: todo se enhebra en la visión de un
viajero sólo a veces inmóvil. Cuando esos temas entrelazan sus manos, la
palabra -la poesía- se vuelve un asunto existencial, intenso. Y el
libro que de ello resulta, algo necesario. No se lo lee: se lo respira
de cabo a rabo.
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